La invasión rusa de Ucrania merece una reflexión sosegada, alejada del ruido y la desinformación propios de las redes sociales. En El Jacobino consideramos necesario que dicha reflexión debe tener en cuenta los siguientes puntos relevantes. Por tanto, queremos expresar:
1. Nuestro rechazo total a la intervención de Rusia en Ucrania. Inaceptable, desproporcionada, arbitraria y abiertamente contraria al derecho internacional. Las reglas del derecho internacional son las mismas para todos los Estados, sea cual sea su sistema de gobierno, sin excepciones.
2. La guerra del Donbás lleva produciéndose ocho años con numerosos muertos en la población civil ante el silencio de demasiados. Los acuerdos de Minsk han sido incumplidos de forma flagrante por ambos gobiernos.
3. El nacionalismo ucraniano no es ningún movimiento de emancipación ni de respeto por la democracia y ha hostigado de forma inaceptable a la población rusófona del país, habiéndose provocado matanzas terribles como la de la Casa de los Sindicatos de Odessa. La persecución de grupos disidentes ha sido un claro ejemplo de que Ucrania tiene muy poco de democracia ejemplar.
4. Putin es un autócrata, oligarca y ultranacionalista autoritario cuya política interna es, desde una posición socialista y republicana como la nuestra, impresentable. Constantes irregularidades, vulneración sistemática de los derechos humanos y represión cruenta de la oposición, como estamos viendo también con los propios manifestantes rusos que están en contra de la invasión.
5. Las intervenciones de la OTAN a lo largo de su historia no han sido ni defensivas, ni movidas por «la defensa de la democracia y la libertad en el mundo». Tampoco Putin tiene nada de comunista, ni Rusia es un Estado social y de derecho.
6. Rusia, tras la implosión de la URSS – caótica y con una cara oscura ocultada propagandísticamente – vivió en los años subsiguientes una humillación general bajo Yeltsin: corrupción, pillaje y devastación. Putin exhibe una clara beligerancia imperial, que forma parte de la historia rusa. Sienten que su «zona de influencia» es parte de la Gran Rusia, una comunidad política basada en criterios étnicos, culturales, lingüísticos o religiosos.
7. El modelo de nación étnica o cultural es inaceptable para El Jacobino. Cualquier pretensión de redefinición de fronteras con esos criterios no es aceptable. La OTAN, tras la infamia de Kosovo, no puede dar lecciones a Rusia al respecto tampoco. Debemos aspirar a que las diferencias se arreglen con fórmulas políticas pacíficas y democráticas.
8. La promesa dada a Gorbachov de no expandir la OTAN hacia el Este se ha incumplido de forma irresponsable para la seguridad colectiva. El Maidán de 2014 forma parte de una serie de movimientos de injerencia atlantista en la «zona de influencia» rusa. Del otro lado, Rusia no acepta la autonomía de lo que entiende deben ser «países satélites.»
En conclusión, la única opción es dejar a un lado las hipócritas hagiografías y establecer un mapa de seguridad común y recíproco, con garantías para todos. Ese sistema de seguridad debe construirse con autonomía estratégica para la UE, sin dependencia de la OTAN, ni expansión de ésta en lugares cuya neutralidad es garantía de paz y estabilidad. Para la seguridad y la paz también sería necesario el fin de las políticas de incendio «democrático» de EEUU movidas por sus intereses unilaterales y el cese de las injerencias imperialistas rusas. La violación del derecho internacional debe castigarse con sanciones, si fueran oportunas.
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Sobre todo y en lo que nos corresponde, acabar con esta etapa de la historia de España, en la que renunciamos a ser cabeza de la gran nación hispanoamericana, para ser un mero lacayo del imperio estadounidense.
No creo que los países del Este de Europa se sientan tranquilos como «países neutrales» teniendo de vecino a alguien tan poco fiable y de tan infausto recuerdo para ellos como Rusia. Es cierto que hemos llegado hasta aquí fruto en parte de una concatenación de recelos y desconfianzas cruzadas. Pero llegados al punto en el que Rusia emprende la guerra e invade un país vecino (sea cual sea la calidad democrática de éste)…. qué hacer. Sanciones internacionales? No, eso no para a Putin y a tiranos como él. Solo con sanciones Ucrania ya habría caído. Podemos y debemos mirar atrás para analizar y corregir errores, pero ante una injusticia declarada, que puede engendrar otras mayores si no se combate, hay que actuar de forma contundente. Sé que no es equiparable pero sí comparable: el 1 de septiembre del 39, las democracias occidentales podían analizar qué errores habían cometido desde el fin de la Gran Guerra para haber llegado a ese punto…. podían haber sancionado a Alemania… afortunadamente, aunque tarde, dijeron «basta».
No se puede ser equidistantes entre la invasión rusa y la anexión voluntaria a una alianza defensiva.
Por salud republicana.