D. Sedinkin | Recientemente, como el lector sabe, la Unión Europea ha vivido un despertar político sin precedentes a raíz de la guerra en Ucrania.
Dicho fenómeno muestra varias caras: Sanciones económicas contra Rusia sin precedentes, hasta el punto de que Suiza se ha adherido a ellas (con los nazis tuvieron más problemas, por lo que fuera); el posicionamiento en una guerra en el continente como parte no beligerante (enviar armas y munición a fondo perdido no es mero kantianismo, ni neutralidad); y la censura de dos medios de comunicación rusos con proyección extranjera, RT y Sputnik.
Ocurre que esto último es un punto de no retorno para el derecho y la política comunitaria, que como decía aquella, no es de nadie, pero resulta que nos compele a todos. El único salvavidas que nos quedaría sería una resolución del TJUE por afectar a la libertad de expresión y el sustento de los trabajadores europeos de dichos medios. Ya les digo, que esto es muy improbable.
¿Por qué habría de preocupar algo así? ¿No son medios de propaganda acaso, que pretenden desinformar y debilitar a la UE y la OTAN desde dentro? ¿No son «los malos»?
Bien, pues este texto no pretende decir que RT no muestra la visión rusa (o que el gobierno ruso pretende mostrar) de los acontecimientos mundiales. Sí, es un medio de comunicación, vinculado al Estado, y como tal, necesariamente existen elementos de propaganda cuando las circunstancias lo necesitan. Y efectivamente, a Rusia le interesa el debilitamiento de las instituciones sostenidas por los Estados Unidos en Europa. Podríamos entrar en el «y tu más», con la CNN, la BBC, Al Jazeera, y demás, pero estas líneas no deben a esta evidente hipocresía su existencia.
Así que, dicho esto puedo afirmar, por fin, que, si las instituciones europeas no vuelven a pensar lo que están haciendo, estarán cometiendo un tremendo error filosófico, jurídico, y moral. El apartado jurídico, claro, es el que, a mí, como jurista, más me preocupa.
Europa se muestra a si misma como el paroxismo del Liberalismo en Relaciones Internacionales, como el último eslabón de una escalera que comienza con «La Paz Perpetua». Sus acusaciones incesantes a las potencias mundiales (menos a Estados Unidos, todo sea dicho) se sustentan en unas bases morales y jurídicas que tienen como pilares la defensa de las libertades y derechos fundamentales. Uno de ellos es la libertad de expresión, protegida por el artículo 20 de nuestra Constitución.
Por tanto, que algo también suceda en Rusia, en China, en Irán, o en Filipinas, si bien puede resultar condenable, como sucede con la censura, no legitima en ningún caso una acción similar por parte de la Unión Europea, salvo que esta pretenda solidificarse como proyecto político-militar y abandonar el Idealismo liberal por el Realismo. Signos de ello sería dejar atrás a individuos como Solana, Von der Leyen, y Borrell, y no se ven signos de que este cambio se vaya a dar.
Por otro lado, para la limitación de este derecho fundamental, ya existen herramientas en todos los Estados de la Unión. En nuestro caso, los delitos relacionados con las injurias y las calumnias (205 a 216 del Código Penal), además de los casos de incitación a la comisión de delitos (como terrorismo, 578 CP) y los casos de negación de genocidios, u otro tipo de agravantes (510 CP). Cualquier acción fuera de la Ley, es una acción política, motivada por causas políticas, y con fines estrictamente políticos.
Me disculparán la cacofonía, pero es menester recalcar esto. La censura política que ha creado la Unión en todo su territorio, afectando a derechos fundamentales de todos los ciudadanos, puede sentar un peligroso precedente. Mañana, una coalición de signo X, podría considerar que un medio de comunicación de signo contrario muestra desinformación y fake news, y censurarlo, por lo tanto, ya que es muy complicado que los signos opuestos interpreten la realidad de forma similar. Algo de verdad había en esa cita de Nietzsche: «No hay hechos, sólo interpretaciones» (y que no es un llamamiento al subjetivismo radical de hoy, precisamente, como muchos piensan).
Hace nada se quejaban en Bruselas de que Polonia y Hungría no respetaban los Derechos Humanos.
¿Con qué cara van a hablar ahora de Orbán? ¿O de la propia Rusia? Con la de hipócritas, claro. Una cara de Póquer, «deeply concerned about».
Esta censura no es sólo un ataque a los derechos fundamentales de todos los ciudadanos de los Estados europeos, y de los laborales de unos pocos trabajadores europeos de RT y Sputnik. Por el contrario, es una muestra de que, en el fondo, el proyecto liberal de Europa es profundamente elitista, misántropo (salvo con aquellos que tienen grandes apellidos y cuentas corrientes), y que no confía en su propia población para dilucidar la verdad entre la guerra informativa. Y en el futuro, nada indica que no vaya a ir a más, sino todo lo contrario.
No es Kant «santo» de mi devoción. Pero sí expresó fantásticamente un principio ilustrado del que El Jacobino es un epifenómeno (lamentablemente, quizás de los últimos). Contra la censura, contra el paternalismo de los eurócratas, contra aquellos que toman al lector por imbécil: ¡Sapere aude!
D. Sedinkin
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No estoy de acuerdo, y razono el por que.
El derecho a la libertad de prensa y de información es un derecho de las personas, y en su caso de las empresas, no de los estados.
Cuando hablamos de medios de comunicacion privados, o de personas, censurarlas es un error.
Cuando hablamos de medios dirigidos y financiados por otro estado, que se dedican a atacarnos (y ahi estan los casos de la interferencia en el process, sin ir mas lejos) simplemente hablamos de un sujeto diferente que no posee esos derechos para empezar.
Soy consciente de que existen zonas grises. Demasiados medios privados reciben alguna que otra subvención, y/o sufren presiones estatales para que publiquen en una linea u otra.
Pero el caso concreto de RT, Sputnik y algunos otros no es un caso de zona gris, sino uno clarísimo.