Sobre la salida de la multinacional Ferrovial a Países Bajos El Jacobino considera que:
- Es hora de hablar con claridad. No se puede infantilizar el debate público. No se trata de seducir a ninguna gran empresa para que mantenga en España su sede fiscal. Este hecho solo refleja la estructura actual del capitalismo global y el diseño de la Unión Europea.
- El Jacobino ha criticado en numerosas ocasiones el populismo de un gobierno estruendoso en las formas y timorato en el fondo cuando de aplicar políticas redistributivas se trata.
- Apelar a una supuesta política socialista para justificar los procesos de internacionalización y concentración de las grandes empresas es simplemente engañar a la gente. Este gobierno no ha sido capaz de reformar la tributación privilegiada de las rentas del capital en lRPF, ni tiene la menor intención de hacerlo. En cuanto al Impuesto de Sociedades, las múltiples deducciones y bonificaciones que terminan generando un tipo efectivo bastante bajo siguen sin revisarse. No han sido capaces más que de lanzar un transitorio Impuesto a las grandes Fortunas, tibio y seguramente inconstitucional, cuando tenían la clara opción de recuperar la capacidad normativa estatal del Impuesto de Patrimonio para hacerlo efectivo y común en el conjunto del Estado. Eso es lo que hubiera tenido lógica, al igual que hacer lo propio con el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, si la redistribución de la riqueza fuera la prioridad, y no el teatrillo hueco para contentar a los socios nacionalistas, que jamás aceptarían políticas fiscales comunes e igualitarias en toda España. Además, muchos de los que critican la competencia fiscal entre Estados, la defienden entre regiones en España, aceptando sistemas fiscales privilegiados como el vasco y el navarro, o justificando la concesión de pactos fiscales a regiones ricas que anhelan unirse al club de los privilegios y no redistribuir. Las incongruencias son máximas y las políticas transformadoras, mínimas.
- El marco europeo exhibe sus costuras cada vez que un caso como el de Ferrovial nos recuerda la disfuncional construcción europea y la falta de una mínima armonización fiscal. Desde El Jacobino, hemos criticado hasta la saciedad el Acta Única y Maastricht desde la firme convicción de que cualquier construcción supranacional ha de garantizar los principios sociales y democráticos que una Unión Monetaria y de libre circulación de capitales como la presente no garantizan. Lo avisaron en múltiples ocasiones economistas como el premio Nobel Joseph Stiglitz o nuestro admirado Juan Francisco Martín Seco. Una Unión Monetaria no funciona si no existe una unión política detrás, con una hacienda pública y un presupuesto que garantice transferencias, redistribución y equilibrios. Una Unión Fiscal no son fondos condicionados a «reformas» y recortes, sino un verdadero espacio político en el que la redistribución sea inherente al diseño, que lógicamente no puede ser el actual desequilibrio radical entre países.
- La libre circulación de capitales sin arbitrar unas estructuras fiscales comunes genera un estado de cosas asimétrico, cronificado tras la implantación de principios fundamentalistas de mercado que están generando una competencia fiscal a ultranza entre Estados y la propia existencia de paraísos fiscales de facto en la Unión Europea. O, como en el caso de Países Bajos, Estados cuya manera de «optimización fiscal» es operar como puente de canalización de beneficios a paraísos fiscales en sentido estricto, como los territorios británicos de ultramar.
- El capital es global y la política, subordinada a sus intereses y maximización de beneficios, no lo es. La fiscalidad lleva décadas en un proceso imparable hacia la degradación de la progresividad. Para algunos, el camino es aceptar acríticamente esta realidad. O poner el grito en el cielo como si fuera una especie de designio divino, pero no hacer nada. Dijeron hace 30 años «eso no toca». Hoy dicen que toca, pero no hacen absolutamente nada para revertirlo. Con Maastricht ya no es que se pusiera en cuestión el socialismo, es que se cuestionaba la sostenibilidad real del Estado social. Libre circulación de capitales sin estructuras políticas democráticas y redistributivas. El actual diseño es, además, combustible para alimentar al populismo identitario y antipolítico que explota las crecientes desigualdades y las bolsas de exclusión social.
- No hay que apelar al patriotismo voluntario de los poderosos, ni inventar cuentos sobre un socialcomunismo gobernante inexistente, ni seducir o dejar de seducir a nadie. Hay que revisar críticamente las estructuras políticas del capitalismo transnacional y cuestionarnos si son compatibles, usando los loables fines que algunos usan como pretextos para sus negocios, con «la seguridad jurídica, con la estabilidad y con los derechos» de millones de ciudadanos que perciben como estas operaciones de «optimización» siempre terminar repercutiendo en sus vidas de forma nada óptima. Hay que dejar, en definitiva, de ser débiles con los fuertes y fuertes con los débiles.
El Jacobino. El ‘Think tank’ de la izquierda ilustrada y centralista en España.
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