“Lo que queda es tomar rápidamente todas las medidas posibles para debilitar la vida económica de Cuba (…) una decisión clara que convoque una línea de acción, que sea tan hábil y discreta como sea posible, para generar grandes avances en negar dinero y suministros a Cuba de modo tal que se reduzcan los salarios reales y monetarios y así ocasionar hambrunas, desesperación y el derrocamiento del gobierno” Lestor Mallory (Subsecretario adjunto de Estado en 1960; Gobierno de Dwight D. Eisenhower, Presidente de EE.UU.)
Al llegar a La Habana el peor error que puedes cometer, si no quieres perder la ilusión del viaje, es analizar Cuba desde una perspectiva occidental.
Se trata de un país que fue el último bastión de la esclavitud en el Caribe, no aboliéndose la misma hasta un tardío 1886. Ello no mejoró la vida real de los negros ni siquiera con la salida de España, como potencia colonizadora, forzada torticeramente por los EE.UU. en 1898. Y aunque la Revolución de 1959 supuso un avance; en realidad, el modelo inamovible de supremacía criolla actúa en base a estereotipos, que se perpetúan aún hoy en día (recordemos redondeando que, aproximadamente, el 65% de la población cubana es blanca, un 25% es mestiza y solo un 10% negra; de ella el 65%, al menos, de ascendencia española, lo que da idea del ligamen que nos une).
Igualmente, se trata de un país sujeto -desde ya hace demasiado tiempo- al Imperialismo estadounidense, siguiendo la Doctrina Monroe, incluyéndose en su denominado “patio trasero” e interviniendo políticamente en la quita y puesta de sus dirigentes (como el sargento y dictador Fulgencio Batista, que abandonó la Isla dejando un reguero de desesperación, vaciando las arcas del tesoro cubano; siendo plácidamente acogido en Madrid por el General Franco, falleciendo tan solo dos años antes de la muerte de éste). Aún hoy, el denominado “embargo”, es una forma de imposición imperial pese a que es contraria al Derecho Internacional y así es denunciado, sistemáticamente, todos los años por la Asamblea General de las Naciones Unidas (sólo EE.UU. e Israel suelen votar en contra). No podemos desentendernos de las causas últimas de la realidad actual; pues, aquellas son consecuencia determinante del hoy.
Al descender del avión e integrarse, rápidamente, en la vida cubana, uno se siente en hermandad –la realidad iberoamericana resulta incontestable–; unos hermanos que pasan, indudablemente, por una situación crítica: “No se pasa hambre; pero, sí necesidad”, resume Roberto, bedel en una escuela de secundaria de La Habana vieja; retrotrayéndonos a lo que, de forma semejante, sufrimos los españoles al final del franquismo.
La “canasta familiar normada”, una especie de cartilla de racionamiento establecida por el Gobierno cubano, apenas da para cubrir 10-15 días al mes de sustento alimenticio; priorizando los de primera necesidad y reservando otros, como la leche de vaca, solo para los niños.
Los salarios y las pensiones son de miseria abocando a la población a la economía sumergida. El mercado negro, y la delincuencia que suele acompañarla, ya han aparecido.
Lo anterior no debe ensombrecer los logros de la Revolución, sobre todo teniendo en cuenta el entorno geopolítico (sus vecinos Haití y República Dominicana están, incluso, peor): alfabetización al 100%, educación obligatoria y gratuita en todos los grados (Cuba alcanza el millón de titulados universitarios), erradicación de la malnutrición infantil (único país en Iberoamérica), igualdad real y efectiva entre sexos, sanidad universal y gratuita, etc.
En estas dificilísimas circunstancias, agravadas por la pandemia de 2020, Cuba –un país con escasos recursos naturales, con una situación económica agravada por el “cierre” norteamericano (recordemos que antes del régimen comunista, el 73% de las exportaciones se hacían a EE.UU. y el 70% de las importaciones procedían de ese territorio)– se ha volcado en el turismo como fuente principal de sus ingresos; más por necesidad que por convicción.
Se ha generado una burbuja con hoteles y negocios diversos que giran alrededor del mismo por todo el país e, incluso, “ciudades burbuja” como Varadero. De hecho, no sale rentable económicamente estudiar: un taxista puede, por ejemplo, recibir más ingresos que un médico o un profesor universitario. Muchos jóvenes y no tan jóvenes, con familiares fundamentalmente en España, piensan en la mejor forma de salir del país; a menudo, a través de rutas muy peligrosas como la que lleva a Nicaragua en avión, después por carretera a México, y desde allí a los EE.UU.).
Esta situación de insatisfacción, cada vez más generalizada, debería hacer reflexionar al Gobierno cubano; porque, no es sostenible en el tiempo y debe ser corregida antes de que sea demasiado tarde y la desesperación acabe llevando al final que persiguen los sucesivos gobiernos, enemigos y reaccionarios, del norte.
El camino de Cuba, tras la caída de la Unión Soviética, debe ser el que los cubanos decidan; sin injerencias externas. Personalmente, no seamos ingenuos, no creo que fuera posible una democracia a la occidental en la Isla conociendo los antecedentes que la envuelven y mientras no haya un nuevo orden mundial más justo. El Grupo de los 77, los BRICS y la profundización iberoamericana son la salida internacional para Cuba (en la que España debería jugar un papel de apoyo); la senda a seguir en la que no cabe desfallecer. Un camino que será duro, más de lo que sería necesario; pero, en el que hay que persistir por dignidad (por la que lucharon por razones de justicia social Fidel Castro, Ernesto ‘Che’ Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro, Juan Almeida y tantos otros… a los que es necesario no olvidar y reivindicar). Es eso o ayudar a engrosar el número de países parias y el de la carne de cañón de las mujeres y hombres en el mundo.
En Cuba aún es frecuente ver animales por sus campos –es, fundamentalmente, un país de campesinos y ganaderos–. A menudo se ven parejas de bueyes con sus yugos por sus campos conducidos por personas aguijada en mano. Mi padre decía que “buey sólo bien se lame” y tenía razón. Los cubanos están sufriendo por diversos motivos; no siendo menor el abuso derivado de la injerencia externa. Someterse es aceptar la derrota de los trabajadores como pueblo y nación desde una perspectiva internacionalista.
Nunca olvidaré a Carlos, Pedro, Delenis, Lissete, Javier, David, Roberto y tantos otros, de cuyo nombre nunca sabré; porque el pueblo cubano, como todos, sólo quiere dejar vivir y que les dejen vivir en paz. La amabilidad y la sonrisa de José Gonzales, negro cenizo rebosante de humanidad y luz caribeña con sus enormes dientes blancos, siempre me acompañarán mientras viva.
Al salir de La Habana el peor error que puedes cometer es recordar Cuba, si no quieres perder la ilusión de volver, desde una perspectiva occidental.
Prometo volver.
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