Ante los muy diversos dilemas y conflictos con que hemos de enfrentarnos a diario, de forma natural creemos que una de las alternativas contendientes tiene que ser la buena y por lo tanto merecer nuestro apoyo, en tanto que la otra solo merezca nuestra reprobación y condena.
“Unos son los buenos y otros los malos”.
Pero en muchísimas ocasiones un análisis independiente y equilibrado, es decir, ecuánime, haciendo una valoración integral de la situación, de sus antecedentes y de los posibles consecuentes, no permite posicionarse claramente en favor de ninguna de las opciones en conflicto, aun cuando la citada valoración no resulte totalmente equivalente para las dos alternativas enfrentadas.
O sea estamos hablando de un análisis que dé lugar a un posicionamiento ecuánime, que puede implicar una comprensión y en cierta medida justificación de las diferentes posiciones en litigio, aunque este comportamiento suele ser más bien una actitud equidistante, en donde lo que prima es la comprensión y justificación de esas posiciones en conflicto, en tanto que una actitud ecuánime también puede implicar un rechazo contundente de todas las posiciones en litigio por su no aceptación de la resultante global de su comportamiento, lo que es muy diferente a un posicionamiento equidistante, que, en general no suele ser muy útil en la resolución de conflictos porque no suele ser muy operativo, aunque fácilmente se comprende que no tendría por qué ser así.
Es lo quizás ocurre ahora en los enfrentamientos bélicos entre Ucrania y Rusia por un lado y entre Hamás e Israel por otro.
Los antecedentes de ambos conflictos son de sobra conocidos. La dramática situación que provoca su enfrentamiento bélico y las muy graves consecuencias que se pueden derivar de ambas situaciones son también claramente percibidas.
Pues bien, ante ambas situaciones cabe un posicionamiento y compromiso firme y expreso a favor de cada uno de los contendientes en liza, como vemos en el panorama mundial y muy especialmente en España.
Cabe también una pasiva actitud equidistante, que de alguna forma justifica ambos comportamientos en liza, sin generar una acción que dé fin a la situación de gravísimo enfrentamiento, aunque, evidentemente, no tendría por qué ser así.
Pero también cabe la opción de no posicionarse en favor de ninguno de los contendientes y poner todo el esfuerzo y recursos necesarios en conseguir la paz entre ellos, generando simultáneamente las condiciones de negociación que hagan posible un encuentro civilizado de los contendientes de cara a conseguir una paz basada en el Derecho Internacional, el respeto mutuo y la cooperación necesaria para una apacible y fructífera convivencia.
Que no diga nadie que esto es música celestial porque hay conflictos que no tienen más solución que la violenta, aunque lo que queda históricamente demostrado es que las soluciones impuestas por la fuerza de las armas son el germen de nuevas situaciones de violencia.
Estas dos guerras no las puede ganar nadie.
Tienen que pararse con negociaciones y expectativas positivamente equilibradas para todos los bandos contendientes, que solo pueden estar basadas en la buena convivencia y la prevalencia del Derecho y la Cooperación Internacional y muy particularmente de las partes directamente implicadas.
Existen otros tipos de conflictos político-sociales que, sin llegar a situaciones de violencia física, generan graves disensiones sociales que hacen también muy difícil la convivencia y la cooperación entre las distintas organizaciones sociales.
Muy lamentablemente esta situación la estamos viviendo en España, esencialmente provocada por las tensiones derivadas de los planteamientos y reivindicaciones de los diversos partidos y organizaciones secesionistas, así como por la falta de entendimiento y actitud cooperadora entre los dos grandes partidos nacionales para tratar de forma conjunta de dar la mejor salida a esa situación creada por el secesionismo.
Ese enfrentamiento contundente entre el PSOE y el PP, da la impresión de que obligaría a la población a tomar partido por uno o por otro, cuando también, quizás, analizando los antecedentes del comportamiento de ambos partidos, la situación actual generada por ellos, y las expectativas que nos pueden ofrecer cada uno por separado, dejando al margen cualquier tipo de actitud equidistante, se pueda concluir ecuánimemente que, en las condiciones actuales, dominadas por la presión secesionista, ninguno satisface por sí mismo el objetivo de una sociedad en la que impere la paz y el progreso social en una armoniosa convivencia para conseguir el adecuado bienestar general, basado en el derecho, la libertad y la igualdad, todo lo que, quizás, pudieran acercarse a conseguir mediante actitudes de respeto mutuo y cooperación consensuada entre ellos, lo cual es perfectamente posible y deseable, aun partiendo de posiciones ideológico-políticas distanciadas, porque, no nos engañemos, sin consenso y respetuosa cooperación no hay ninguna posibilidad de regeneración y convivencia constructiva en la sociedad.