Margarita Bilbao | Como todos sabemos la trayectoria de nuestra evolución fue un proceso muy lento y dilatado en el tiempo. A través de la misma nuestro cerebro triplicó su tamaño desarrollándose especialmente el neocórtex, involucrado en las funciones cerebrales más complejas. En los chimpancés el neocórtex ocupa el 50% del cerebro mientras que en nosotros ocupa el 80 %. Durante este largo camino nos transmutamos en seres que no solo pasaban por el mundo sino que podían llevar todo el mundo en su cabeza.
Nos convertimos en humanos gracias al pensamiento simbólico, cuya gran manifestación es nuestro lenguaje articulado. Gracias al pensamiento simbólico podemos «ver lo que no estamos viendo». Si yo digo vaca aparece en vuestra mente una vaca. La palabra vaca al igual que todas las demás palabras de todos los idiomas que existen es un símbolo que podemos procesar gracias a nuestro pensamiento simbólico. Con cualquier concepto abstracto como lealtad, vergüenza, belleza, horror… sucede lo mismo, aunque su representación mental no sea tan visual y universal como en el caso de nuestra vaca.
El hombre pudo también fabricar sus primeras herramientas porque pudo «ver lo que no estaba viendo». Vio lo que se podía hacer antes de que estuviera hecho. Se cree que tanto el arte como el lenguaje y la fabricación de herramientas elaboradas hicieron su aparición en la historia aproximadamente juntos, lo que no es casualidad. En términos cerebrales son actividades similares en complejidad.
El lenguaje hace posible la transmisión del conocimiento. Cuando un orangután muere toda su experiencia vital muere con el. El hombre, por el contrario, puede dejar todo su legado inmaterial, gracias al cual hemos levantado la civilización.
Durante el Paleolítico Medio, que comienza hace aproximadamente 300.000 años, la base fisiológica de la capacidad del habla humana parece haberse desarrollado completamente. Podemos imaginar que de la comunicación gestual se pasó a articular palabras sueltas, después cadenas de palabras y después oraciones simples, lo que ya es una sintaxis.
Considerando la evidencia genética y arqueológica, podemos afirmar que el lenguaje moderno y articulado, tal como lo conocemos, surgió en algún lugar del África Subsahariana poco antes de la gran migración masiva del homo sapiens, que comenzó hace aproximadamente 70.000 años desde este continente hacia Europa y Asia.
Se ha debatido mucho sobre la posible existencia de un lenguaje original común o proto-lenguaje. ¿Hubo un idioma ancestral común o varios? Aunque existen varias teorías al respecto las evidencias en las que se basan son muy endebles.
Lo que sí sabemos es que tanto si existió un idioma originario como si fueron varios, este, o estos dio o dieron origen a muchos más a medida que nuevos territorios fueron poblándose. La lingüística establece que los hablantes de una misma lengua tras un periodo medio de unos 500 años de separación geográfica ya hablan variedades diferentes de la misma, si bien pueden aun entenderse entre sí. En 500 años más ya no podrán entenderse, es decir hablarán lenguas diferentes, si bien mostrando ciertos rasgos comunes.
Esta es la base de la diversificación lingüística. La lengua es algo vivo y va modificándose. Su tendencia es a fragmentarse en dialectos que con el tiempo dan lugar a diferentes idiomas. Las lenguas ancestrales se extinguieron porque en su evolución cambiaron tanto que ya no fueron ellas mismas. Cambiaron y se multiplicaron.
Puesto que los idiomas están «emparentados» unos con otros al proceder de un ancestro común, decimos que forman familias. Se han identificado aproximadamente 135 familias de lenguas vivas. De entre ellas la familia lingüística indoeuropea es la más importante por extensión geográfica y número de hablantes. También es la más estudiada hasta el momento.
La hipótesis mayoritaria sobre esta familia es la que defiende que existió un pueblo con una historia detrás, pero primigenio en hablar proto-indoeuropeo (lengua madre). Este pueblo se expandió en oleadas sucesivas desde su patria original, que puede ubicarse en las estepas de lo que ahora es el sur de Ucrania, a partir de 4200 a.C. A través de estas migraciones difundió su lengua que fue adoptada por la población indígena europea. Por ser pioneros en la domesticación del caballo y en su uso, siglos después, para tirar de carros con ruedas pudieron imponerse sobre otros pueblos fácilmente.
Sin embargo, esta hipótesis del «pueblo transmisor» nos dice lo que según sus postulados ocurrió, pero no explica ni los pasos ni los detalles del proceso por el cual la superioridad de un pequeño pueblo cambió por sustitución el mapa lingüístico de Europa en poco más de dos milenios. Se espera bastante de nuestra imaginación.
Para la segunda hipótesis, llamada «TEORÍA DE LA CONTINUIDAD PALEOLÍTICA» y aún minoritaria pero en alza, el homo sapiens a su llegada a Europa ya traía consigo el proto-indoeuropeo: Una o más poblaciones (proto-indoeuropeos) que hablaban el mismo idioma (proto-indoeuropeo) migran desde África en dirección a Europa produciéndose durante los avatares de esta migración y su posterior fragmentación en diferentes áreas de asentamiento un proceso gradual de diferenciación de lenguas.
… Contactan con diferentes vecinos y nuevas oleadas de inmigrantes. La enorme difusión de los idiomas indoeuropeos se habría llevado a cabo a través de un lento proceso de continuidad e influencias recíprocas…
Sin embargo, es importante señalar que ambas teorías se basan en poco más que conjeturas. El idioma proto-indoeuropeo se extinguió con gran anterioridad a la aparición de la escritura y, por tanto, sin dejar huella arqueológica.
En cualquier caso, no admite duda que esta familia ha llegado al presente con gran éxito: casi el 42% de la población mundial habla un idioma indoeuropeo como primer idioma. Desde Lisboa a Sri Lanka en Eurasia; desde Canadá al Cabo de Hornos en América.
Entre 140 y 150 idiomas, indoeuropeos casi todos, «viven» hoy en Europa, pero no sabemos ni sabremos nunca la cifra de los que murieron en épocas lejanas. La mayoría se extinguieron siendo aún solo orales y de entre los que contaban con escritura solo de algunos se conservan textos o inscripciones sobre materiales no perecederos.
Margarita Bilbao
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