Es evidente que las lenguas sirven para expresar ideas y sentimientos y para comunicarse y entenderse la gente.
No resulta muy difícil de entender que lo ideal sería que todo el mundo hablase la misma lengua, pero la evolución histórica nos ha llevado a la realidad actual de que existen en el mundo infinidad de lenguas y dialectos.
Generalmente se entiende esto como una riqueza cultural. Puede ser. También puede ser solamente una realidad con la que hay que convivir lo más armoniosamente posible.
En España tenemos lenguas y dialectos en cantidad suficiente como para que la comunicación entre todos nosotros resultase muy difícil si no fuese porque, afortunadamente tenemos también una lengua común, de todos, que, de nuevo, afortunadamente conocemos y hablamos todos los que formamos parte de la nación española.
Esto nos permite, y es muy importante, entendernos y comunicarnos entre todos, lo que debiera ser un vínculo de acercamiento entre todos los españoles.
Ocurre también y es un hecho incontrovertible, que en muchos lugares, rurales y urbanos, de España, se hablan de forma natural y desde tiempos ancestrales, lenguas y dialectos que son los medios de comunicación más entrañables y espontáneos entre las personas de unos entornos físicos de tamaño local, comarcal o regional, pero, afortunadamente, por la influencia de una educación generalizada en toda España, en esos citados entornos físicos, se supone que todas las personas han podido aprender desde muy pequeñas y con total naturalidad la lengua común de toda España, que por razones históricas que no hace falta reseñar, es también la lengua de otros 500 millones de habitantes del mundo, los cuales, por cierto, comparten con los españoles muchísimos aspectos históricos, culturales y sociales, además de los étnicos, digamos hispanos y mestizos.
Pues de lo que se trata, como venimos diciendo, es de comunicarnos y entendernos, y para eso es razonable que en cada región donde se habla una lengua o dialecto particular se usen estos de forma natural entre las personas que los hablan, pero también parece razonable que inclusive dentro de esas regiones se utilice la lengua común cuando se trate de comunicarse con personas que solo conocen y se comunican en esa lengua común.
Cualquiera comprende que quien no se comporta de esta forma, en realidad no quiere comunicarse con su interlocutor.
Ese es el principal problema que viene acentuándose en España desde la recuperación de la democracia y el uso perverso de las libertades que ella comporta, que por el interés de dominio de determinadas élites se está propiciando que la población de esas zonas no se comunique entre sí, más que en su lengua particular, inclusive con las personas de esas regiones que tienen como lengua el español, y esta actitud diferenciadora, con su tinte segregacionista, la aplican también con las poblaciones de otras zonas de España, aunque sean limítrofes, dentro de la artificialidad de unas fronteras comarcales o regionales.
Este es el problema, no querer comunicarse y conseguir privilegios exclusivos en esas regiones respecto a los habitantes de otras, inclusive colindantes, cuando, eso sí, los habitantes de esas regiones que tienen otra lengua además de la común, tienen y disfrutan los mismos derechos y privilegios del resto de españoles en cualquier otra región de España.
Esta asimetría evidentemente no opera en el mejor sentido convivencial, aunque, lamentablemente no es la mejor convivencia el objetivo de las élites separatistas de esas regiones, lo que tristemente aceptan y proclaman una notable proporción de sus habitantes.
Pues también esto habrá que intentar reconducirlo de forma democrática, respetuosa y ordenada.