«A pesar de todo lo que se hace por destruirla, España subsiste». Azaña, del discurso en el Ayuntamiento de Barcelona pronunciado el 18 de julio de 1938.
Ander Gómez Alonso | A pesar de ser un mantra habitual en los medios de comunicación, consideramos erróneo afirmar que la pandemia coronavírica haya mermado la economía española. Es insoportable escuchar constantemente tal aseveración, máxime cuando es de todo punto taimada. ¿Y por qué afirmamos tal cosa? Porque sirve de mecanismo para descargar de responsabilidad a unas élites que han gestionado lamentablemente la crisis provocada por el coronavirus.
La inexistencia de responsabilidades varias constituye, precisamente, un crédito en el haber de la clase política -y, correlativamente, una suma importante en el debe de España como nación-. En este sentido, resulta completamente indiferente que fruto de la nefasta gestión de la pandemia hayan muerto más o menos millares de compatriotas, o que se precarice aún más la coyuntura económica de la clase trabajadora. Sean cuales fueren los datos, no se depurará ningún tipo de responsabilidad por la deficiente administración de la res publica.
Es sobremanera ingenuo imputar al propio coronavirus los desastres socioeconómicos que acontecen hoy día. No nos detendremos en demasía sobre este particular, pues son bien conocidos por el público en general; entre otros, cabe mencionar: temporalidad laboral o una altísima tasa de desempleo juvenil. ¿Acaso la camarilla de Moncloa no es responsable del desolador panorama que se dibuja ante nosotros? Decimos que sí. Y, en tal caso, ¿cuál sería su porcentaje de culpa? Creemos que un tanto menos del cien por ciento.
Ya se conocía la existencia del coronavirus antes de la declaración del estado de alarma por mor del Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo. Sin embargo, por cualesquiera razones no vienen ahora al caso, el gobierno no actuó con anterioridad a dicha fecha. Y, cuando lo hizo, era demasiado tarde. Posteriormente, la gestión de la crisis resultó errática, plenamente desacertada, degenerando en un pastiche de mentiras. Estas últimas, en muchas ocasiones, burdas. ¡Sabemos que la mentira es un componente fundamental de toda democracia, pero, por lo menos, respétennos lo suficiente como para mentirnos mejor!
Piense el lector qué sucedería si el Partido Popular ocupara hoy día el poder ejecutivo -dicho sea sin que se nos impute ningún tipo de afinidad con el susodicho, sino a efectos meramente hipotéticos-. Intuimos se hubiera convocado, como mínimo, una huelga general. En cambio, sospechamos que puesto que gobierna el PSOE, «agentes sociales» que se dicen «de izquierda», callan sumisamente. ¿Por qué no se suscita una huelga general frente a este ejecutivo tendente a encauzar los derechos de la clase trabajadora?
Es sumamente hipócrita modificar la vara de medir en función de si nos encontramos ante un «gobierno de izquierdas» o «de derechas» -signifique esto último lo que signifique; ni ellos mismos lo saben-. La permisividad de buena parte del espectro político «de izquierdas» para con el actual gobierno de Pedro Sánchez es, cuando menos, irritante.
El problema estriba en que hoy día todo el establishment político-social sirve mansamente a un partido que ni es socialista, ni obrero, ni español; sino, a todas luces, idéntico a su homólogo azul. He aquí la cuestión cardinal de fondo: el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular, salvo cuestiones muy puntuales, son lo mismo. Y, para más inri, quien no sirve a los dos grupos precitados, se entrega impúdicamente al nacionalismo; el cual, sorprendentemente, se dice «de izquierdas».
Lo expuesto hasta ahora preconiza un error de cálculo inmenso.
Decimos que es un error manifiesto puesto que implica el desamparo de buena parte de la clase trabajadora española; la cual, mientras su situación económica no cesa de empeorar -fruto de la gestión de un gobierno «de izquierda», recordemos-, se halla huérfana de referencias políticas verdaderas, expósita en las tinieblas del desconcierto. Entretanto, nos volvemos a preguntar: ¿por qué no se plantea una huelga general?
La clase trabajadora no sólo comprueba en lo económico cómo la abandonan sus pretendidos representantes -PSOE, entre ellos-, sino también cómo la desdeñan constantemente predicando valores que nunca cuajarán en su seno. Seamos claros. A los trabajadores españoles les importa más el precio de la luz que quién ponga la lavadora en casa; y, no obstante, ante el aumento desorbitado de aquel, cierta ministra «socialista» puso el foco en lo segundo. ¿Dónde quedó lo de «socialista», dónde la defensa del obrero?
«La izquierda» predominante en la actualidad abandona a la clase trabajadora. Y, seamos honestos, la consecuencia lógica de ello es que cierto sector busque refugio en otras alternativas políticas. He ahí el error de cálculo al que nos referíamos.
Vayamos concluyendo.
El panorama político actual se encuentra monopolizado por partidos y agentes claramente ajenos a los intereses del trabajo; el Partido Socialista Obrero Español, a pesar de su denominación, constituye un ejemplo de entidad nociva para los trabajadores.
Se debe ocupar un espacio de acción atrayente para la clase obrera de España, que, desde la defensa de la igualdad entre ciudadanos y territorios, encauce una férrea defensa de los derechos y condiciones laborales ninguneados hasta ahora por los sucesivos gobiernos «de izquierda» y «de derecha». Por supuesto, aclaramos que sólo será posible actuar desde España como plataforma política; en caso contrario, el intento será ridículo.
Ander Gómez Alonso
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Aquí os dejo el enlace al video que incluye la frase que encabeza el artículo. Muy apropiado.
https://www.youtube.com/watch?v=a2-PSyXDw1E