Yuval Harari señala en la página 45 de su libro Homo Deus, que los proyectos prioritarios en el siglo 21 serán aquellos orientados a proteger a la Humanidad y al Planeta (ambos con mayúscula) de los peligros inherentes a “nuestro propio poder”. Este planteamiento, aun cuando podría sonar grandilocuente y hasta apetecible, en realidad no es más que una contradicción vaciada de contenido real. Harari nos habla de un hipotético poder humano encargado de proteger a la humanidad, pero ¿cómo puede un poder humano proteger a la Humanidad si la humanidad misma representa ese poder? La tesis Harari pareciera implicar la existencia de un ente humano que se encuentra aparte de la Humanidad misma a la que se refiere, y que acaso abarca a todos los miembros de la especie Homo.
En este mismo texto, Homo Deus, Harari argumenta claramente que el crecimiento demográfico supone un desafío para el equilibrio ecológico del planeta. Según este autor, la “Humanidad ha tardado en reconocer este peligro y ha actuado de manera insuficiente hasta ahora”. A lo que agrega que, a pesar de toda la retórica sobre la contaminación, el calentamiento global y el cambio climático, la mayoría de los países no han hecho sacrificios significativos ni han adoptado políticas serias para mejorar la situación. Resulta curioso que Harari, quien habla tanto de una ‘Humanidad Global’ que se ha despertado y que busca nuevos desafíos de cara al futuro, reconozca que, cuando se trata de tomar medidas políticas concretas, existen en su seno estados y sociedades políticas específicas, que no siempre interactúan de la manera armoniosa y pacífica que su idea humanitaria parece sugerir.
Este reconocimiento nos llevaría a preguntarnos, ¿cómo cree Harari que se vinculan estas sociedades políticas y estados concretos, con esa Humanidad considerada como totalidad atributiva? Según Harari, los estados nacionales representarían un mecanismo ya obsoleto, que estaría obstaculizando el desarrollo y evolución de los Sapiens a escala global. En este sentido podría decirse que la Humanidad es a Harari lo que el Espíritu Absoluto es a Hegel y la Historia a Francis Fukuyama (2006).
Si el hegeliano Fukuyama hablaba del fin de la Historia en 1990, el hegeliano Harari propone que la Humanidad misma ha llegado a un punto culminante en su evolución, estando a punto de convertirse en algo más que la suma de todos los Sapiens reunidos en sociedades nacionales. El próximo paso, al parecer, será la fusión entre el hombre y la máquina, lo cual podría llevarnos más allá de una existencia histórica propiamente dicha, hacia algo diferente. En esta fusión, incluso la finitud del tiempo geográfico podría transformarse de manera radical.
Estas ideas de Harari convergen, y acaso reflejan, la más reciente obsesión de este autor, a la que se refiere desde inicios de 2023. Nos referiremos concretamente a la Inteligencia Artificial (IA) en sus diversas versiones, comerciales y no comerciales. En su “Homo Deus” y sus “Lecciones Hararpara el siglo XXI”, Harari ya se pregunta cómo las IA tratarán a los seres humanos una vez que ejerzan control sobre ellos. Su respuesta es que estas tecnologías nos tratarán de la misma forma que nosotros tratamos a los animales (Harari, 2017). Estas reflexiones han ocupado las noches de insomnio de Harari en los últimos meses, y ha habido un verdadero aluvión de artículos, conferencias y entrevistas en las que advierte sobre los peligros que estas tecnologías representan para “la Humanidad”(Anthony, 2017).
Aquí, Harari sugiere que nuestras peores pesadillas se harán realidad no a causa de la IA en sí, sino debido al poder disruptivo que estas podrían tener en las manos incorrectas. En otras palabras, en manos distintas a los grupos sociales que, según Harari, serían aptos para dirigir el mundo de acuerdo con sus parámetros. En este sentido, es posible encontrar un amplio catálogo de citas y comentarios apocalípticos de este autor sobre el tema, alertándonos de la necesidad de controlar estas tecnologías. Un control que, por supuesto, debería ejercer la Humanidad confiable y “racional”, o sea, aquella que Harari y sus seguidores representan.
En este sentido nos dice:
“Pronto podría ser una realidad. En un nivel más prosaico, pronto podríamos encontrarnos manteniendo largas discusiones en línea sobre el aborto, el cambio climático o la invasión rusa de Ucrania con entidades que pensamos que son humanos, pero que en realidad son IA. El problema es que es totalmente inútil que dediquemos tiempo a intentar cambiar las opiniones declaradas de un robot de IA, mientras que la IA podría perfeccionar sus mensajes con tanta precisión que tiene muchas posibilidades de influir en nosotros”(Redacción, 2018).
El asunto con el ejemplo citado no se centra tanto en los casos mencionados per se, considerados como preocupaciones universales autoevidentes, sino en la referencia al “nosotros”. Este plural que emplea Harari para articular sus ideas puede interpretarse como una alusión a la Humanidad Global. No parece darse cuenta Yuval que su argumento “crítico”, su advertencia acerca de las posibilidades siniestras de la IA podría ser fácilmente adoptado por las fuerzas políticas aliadas a Harari y sus seguidores. No hay ningún argumento racional que indique que ambos bandos, demócratas/racionales Obamahararianos y totalitarios e irracionales Putintrumpeanos no sean capaces de las mismas estratagemas manipuladoras para alcanzar sus objetivos. Lo cual, por otro lado, no es sorprendente, ya que esto es una parte del ejercicio político tal y como se manifiesta en la realidad material.
Además, Harari ignora la compleja red de relaciones de poder y de intereses económicos que subyacen también en las así denominadas “sociedades democráticas”. Las democracias no son simplemente “conversaciones entre personas”(The Economist, 2023; The TED Interview, 2022), sino estructuras complejas de poder y jerarquía, con desigualdades de riqueza y privilegio, y con luchas constantes por el control del estado y los recursos.
Llegados a este punto podríamos preguntarnos lo siguiente. Si esa Humanidad Global de la que Harari habla no existe, y lo que realmente prevalece son grupos humanos diferentes, divididos por culturas, lenguas, naciones, clases, sexos, etc., la pregunta que surge es: ¿a quién realmente se dirige Harari en sus análisis? O, dicho de otro modo, ¿Quién o quiénes integran esa Humanidad a la que da cátedra cada tres por dos este “filósofo oracular” (Bueno, 2016) del siguiente escalón? La respuesta es simple: las élites sociológicamente identificables y perfectamente categorizables, cuya ideología considera que ellos son habitantes del planeta, más allá de las fronteras nacionales que la realidad geopolítica material presenta. Son ellos quienes, en la práctica, Harari considera que tendrían que asumir el control de las IA, pues esta herramienta aun cuando peligrosa, en las manos adecuadas podría resultar muy útil, como reconoce el propio autor.
Al reflexionar sobre estas afirmaciones, se hace evidente por qué Harari es tan influyente entre los grupos sociales e instituciones que promueven el globalismo. Este autor, constituye poco más que el último de los profetas de un mundo global en evidente decadencia, y aun cuando es probable que su destino sea similar al de Fukuyama, y se dirigido hacia el olvido más absoluto, aun desconocemos qué repercusión podría seguírsele dando y qué otras medidas justificarán sus delirios.
Y no es que su obra carezca de interés, sino que ha sido concebida y escrita en el marco de un entendimiento de un Mundo que pareciera estar cada vez más cerca del inicio de su declive. Este mundo, no es otro que el de la Pax americana, el del imperio americano como ‘Garante de la Libertad’ y de la imposición de la visión occidental de la realidad a golpe de dólares y portaviones. Los acontecimientos actuales sugieren que esta hegemonía está llegando a su fin, lo cual no implica la desaparición del poder de los Estados Unidos, sino su desaparición como único imperio dominante.
En un mundo multipolar verdadero, la filosofía de Harari no tiene lugar, ya que pasa por alto las dialécticas entre individuos, clases, estados e imperios. En su pensamiento abstracto, y políticamente metafísico, donde los mitos sustentan la arquitectura de la realidad no hay cabida para una pluralidad de esta naturaleza. Lo mismo que de este autor, podría decirse de los grupos sociales que promueven su obra (Redacción, 2018), quienes han comenzado a entender que las realidades en las que se basan la política, el comercio, el desarrollo económico, el libre mercado y, en resumen, el “progreso”, están sustentadas en relaciones dialécticas de poder donde la violencia y hasta la guerra son medios de comunicación tan tangibles y reales como los tratados y los acuerdos.
Una filosofía como la de Harari, que interpreta estas realidades geográficas y políticas como vestigios de un cierto tipo de “mentalidad”, y no como mecanismos inherentes a las relaciones sociales, políticas e históricas; es probable que se vuelva cada vez más incompatible con el mundo realmente existente. Un cada vez más segmentado panorama mundial, donde las mitologías hararianas del tipo “Humanidad”, “Progreso”, “Naturaleza”, “Homo sapiens”, etc., no tendrían ninguna posibilidad de explicar nada en concreto, su filosofía estaría condenada al estatus de curiosidad anecdótica de un tiempo pasado.
En su llamado a la “Humanidad” para controlar la IA, Harari en realidad se dirige a los últimos baluartes del mundo post guerra fría. Es decir, a las élites remanentes defensoras del orden global, renombrado pomposamente con el rótulo “nuevo orden mundial”. Son estas las que, en última instancia, deberían controlarán no solo estas tecnologías; sino los destinos del Sapiens. Una vez más, Harari ignora las tensiones y divisiones inherentes a los diferentes grupos humanos, de las cuales estos Sapiens superiores tampoco están exentos.
En conclusión, es esencial abordar las consideraciones de Harari desde una visión crítica, desenmascarando los supuestos e implicaciones subyacentes en sus postulados. Esto no tanto por la fuerza de sus argumentos, sino por la instrumentalización que ciertos grupos sociológicamente definidos hacen de ellos. Aunque sus obras brindan en cierto grado perspectivas útiles sobre nuestra relación con la tecnología y su posible impacto en nuestro futuro, es vital no pasar por alto que estas visiones futuristas pueden ser explotadas para justificar y perpetuar las desigualdades y concentraciones de poder existentes, especialmente al intentar ignorarlas.
En lugar de promover sin crítica la perspectiva de Harari de una «Humanidad Global», debemos esforzarnos por imaginar futuros alternativos, sí, pero donde se contemplen de manera realista la diversidad y multiplicidad inherentes a la humanidad, siempre interconectada, que habita nuestro planeta. Es crucial que la tecnología se entienda y utilice como una herramienta para empoderar individuos, pero debemos recordar que estos individuos también son parte de grupos, que forman parte de estados específicos, que en ocasiones pueden llegar a participar en dinámicas más grandes, vinculadas a los imperios. Con esta visión realista de lo social y político, quizás podamos convertirnos en arquitectos proactivos de nuestro propio futuro, en lugar de simples espectadores en un show orquestado y controlado por una élite global cada vez más decadente.
Textos citados
Anthony, A. (2017). Yuval Noah Harari: ‘Homo sapiens as we know them will disappear in a century or so.’ The Guardian. https://www.theguardian.com/culture/2017/mar/19/yuval-harari-sapiens-readers-questions-lucy-prebble-arianna-huffington-future-of-humanity
Bueno, G. (2016). Sobre la «filosofía oracular» y la «historia oracular de la filosofía». El Catoblepas, 17. http://www.nodulo.org/ec/aut/gbm.htm
Fukuyama, Francis. (2006). The end of history and the last man (Free Press).
Harari, Y. N. (2017). Homo Deus a Brief History of Tomorrow. In An Imprint of Harper Collins.
Redacción. (2018, November 16). Yuval Noah Harari, el filósofo futurista que sin usar teléfono celular se ha convertido en el gurú involuntario de Silicon Valley . BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-46203921