Pedro M. Mercado | Mayo del 68, París. La ciudad de La Luz cimienta el apagón de la era de la revolución y la razón. Erosión escalonada de la identidad social, abandono paulatino de la ideología política, estimulación de necesidades, de muchas necesidades. Liberalización de grupos e individuos. Gritos y más gritos, pero que no hacen más que retronar la indiferencia de masas. Folclore que empapa una nueva ola de deseo. Oferta de nichos individuales “para hacer realidad nuestros sueños”. Alineación de micro colectivos que entonan el ¡Viva la diferencia! Publicidad con muchos colores. Discurso transversal sin consciencia histórica.
Años 80, Washington y Londres. Eclosión del neoliberalismo. Cae un muro, pero se alza una losa. Izquierda institucionalizada que muta hacia la irrelevancia. Apoteosis del consumo. Ya no interesa la socialización de los medios de producción sino la producción de los medios de socialización des-socializantes. No hay objetivo trascendente. Adiós a la pertenencia de clase.
El capitalismo no teme la crítica, más bien la moviliza. Capacidad camaleónica la suya para adoptar una versión de izquierda permisiva cuando y donde quiere. Desarrollo de movimientos identitarios reaprovechados como negocios rentables. Economización de la vida. Colas que dan la vuelta a la manzana para inscribirse en la agenda globalizadora. Happycracia aguda con purpurina. Todo atado y bien atado.
Mayo de 2011, plazas de España. Anhelo de esperanza. Indignación fundada con bríos de cambio. Agitación de conciencia con discurso movilizador… más de lo mismo. Camaleonismo político frustrante. “Empoderamiento popular” que se entronca en culto al líder. Para asaltar el cielo se acaba tocando al timbre.
La calle sufre tal bajada de tensión que corre riesgo de hipotensión. Activismo narcisista totalmente improductivo. Progrerío con poca clase. Daltonismo voluntario que no quiere ver el rojo. ¡Individuos y grupos, uníos!
Izquierda indefinida como vanguardia cultural del sistema. Tufo insoportable a superioridad moral. Victimismo orquestado. Prohibida la más mínima discrepancia. Las emociones elevadas a Derechos Fundamentales. O les muestras pleitesía o te conviertes en fascista rojipardo. Amortiguación controlada de la rebeldía popular.
Ya no hay día de la Mujer Trabajadora. Estrategia relativista diseñada en un tablero. Espíritu sin materia ni sustancia. Frivolidad calculada. Que fácil es subir la luz y que complicado derogar las reformas laborales. No hay certidumbres. Desclasamiento grosero.
Startups verdes que en realidad son muy oscuras. Apelación a la diversidad como trampa para legitimar el Hiyab. Izquierda postlaica. Black Lives Matter, pero las blancas no tanto. Cambio de sexo como de cromos. Perversión del lenguaje como táctica de guerra sucia. Filicidios que se condenan en función del progenitor que los comete. Modificación de hábitos. Influencia descarada en los principales medios de desinformación. Si alzas la voz corres el riesgo de escarnio público.
Europa de las regiones para cumplir el sueño húmedo del Gran Capital financiero. Será necesario comer carne sintética producida por Bill Gates para salvar el planeta. Elitismo. Conflicto capital-trabajo sustituido por “diésel-eléctrico”. Regresión. La factura siempre la pagará la clase trabajadora. Argumentos y reflexiones a golpe de tiktok. Biden, nuevo ídolo de masas. La irracionalidad se vuelve trendig topic.
Y es que ni las mascarillas pueden enmascarar el Triunvirato híbrido y complejo que teledirige a la sociedad contemporánea: Agenda globalizadora neoliberal – izquierda indefinida – movimiento posmoderno. Es la hegemonización cultural del capitalismo. Es el clima propicio para una huida hacia adelante de la civilización liberal. Es, la gran pinza.
Pedro M. Mercado
- La gran pinza - 14/07/2021
Bravo. Tenaz y preciso.
Gracias