Mario Vadillo | Muchas veces afirmamos que la lógica cultural del neoliberalismo ha convertido a los ciudadanos en poco menos que átomos aislados, sin capacidad de empatía ni de acción colectiva. No obstante, ni siquiera las largas décadas bajo el pesado yugo del individualismo extremo han podido impedir que, ante un estallido social como el vivido en Cádiz, gran parte del país se solidarice con los trabajadores del metal.
Le pese a quien le pese, somos muchos los que entendemos que, cuando los trabajadores gaditanos salen a defender algo tan básico y a la vez tan primordial como que el convenio colectivo no se convierta en una imposición unilateral de la empresa, no solo están defendido su pan, están defendido los derechos de todos.
Sin embargo, no puedo dejar de observar con tristeza como, de manera oportunista, la clase política intenta apropiarse de una lucha que les es ajena, para tratar de medrar electoralmente. No podemos decir que esto sea sorprendente a estas alturas de la función, pero sí que es preocupante que un partido que defiende la Reforma Laboral de 2012 y la Ley Mordaza, trate de erigirse como falso adalid de la clase trabajadora. Todos imaginaréis ya que me refiero a los aprendices de Le Pen que, excepto cuando toca hablar de inmigración, han quedado más bien como meritorios del mal llamado libertarismo de la serpiente amarilla y la sinrazón neoliberal.
Me vais a permitir que introduzca este párrafo con un refrán porque es bien sabido que no se puede estar en misa y repicando. Pues bien, del mismo modo yo diría que no se puede hablar de igualdad cuando se quiere acabar con la progresividad fiscal del IRPF. No se puede hablar de Estado social al mismo tiempo que se proponen bajadas impositivas a las rentas del capital. No se puede hablar de defender a los humildes y tratar de eliminar impuestos como Patrimonio o Sucesiones y Donaciones. No se puede decir una cosa y defender la contraria respecto a la actuación de la policía en Cádiz. Y, por último, no se puede hablar de reindustrialización cuando se defiende un Estado vacío de recursos y sin capacidad de intervenir en la economía. En definitiva, no nos pueden dar lecciones de laborismo aquellos cuyas políticas son diametralmente opuestas a los intereses de los obreros a los que jalean.
Desde la izquierda no solo hay que apoyar la huelga, hay que señalar a los falsos amigos de la clase trabajadora y desmentir sus argumentos. Hay que hablar de modelo productivo y de industrialización, por supuesto, pero también de fiscalidad, de igualdad material no solo formal y hay que hacerlo sin paternalismo y sin menospreciar la inteligencia de los ciudadanos.
En definitiva, no todo vale y no todas las políticas son iguales. Los Derechos Laborales y el Estado del Bienestar son demasiado valiosos para dejar que los falsos amigos de los trabajadores se lo jueguen en una ruleta trucada en la que sólo podemos perder.
Mario Vadillo
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