¿Cuál de las dos opciones anteriores te parece más deseable? ¿O menos aterradora?
Difícil sustraerse a la conmiseración, a una profunda empatía animal ante la visión de un camión cargado de cerdos jóvenes mientras avanzamos con nuestro coche por la autovía. Varias docenas de animales abigarrados con destino al matadero. Qué vida lamentable encerrados desde su nacimiento en un edificio de hormigón con una mínima libertad de movimientos, siendo alimentados con pienso en un terrorífico ambiente distópico, sin posibilidad alguna de desarrollar una vida natural adecuada a su propia esencia.
Un rebaño de ovejas carranzanas pasta en un prado cántabro. El límite norte de su redil limita con un acantilado de 50 metros sobre el océano. Huele a hierba, a mar, a oveja. Dos corderos corretean y espantan a un grupo de estorninos que buscaban alimento entre la hierba. Hay paz en esta escena.
Escalofriante imagen la de esos descomunales gallineros industriales, donde decenas de miles de aves hembra asoman sus cabezas por un hueco por el que sólo pueden acceder a un comedero que va llenándose y vaciándose de pienso, mientras por la parte trasera de sus cuerpos expulsan huevos, forzada su naturaleza por la manipulación humana de siglos.
Hay belleza en la perspectiva de una manada de toros bravos paciendo tranquilamente en una dehesa, mientras el sol decae tras un grupo de encinas recortadas contra los montes de una sierra cercana y un milano real sobrevuela el campo.
Pero el destino de todos ellos es el mismo, la muerte. Los cerdos del camión servirán de alimento inmediatamente, esos dos corderos serán degollados unos días más tarde, las gallinas vivirán un tiempo más, pero al final serán sacrificadas cuando comiencen a ser poco productivas poniendo huevos y los toros bravos aún alargarán su existencia, aunque más tarde o más temprano morirán inmolados en un espectáculo taurino y asimismo servirán de alimento para humanos.
La historia del hombre como domesticador de animales y plantas se limita a unos pocos miles de años. Antes de eso, nuestros antepasados subsistían como lo hacen los demás animales con los que compartimos planeta, consumiendo plantas que recogían en su entorno y organizando cacerías para matar a otros animales y abastecerse de su carne. La domesticación del cerdo, del carnero, de las aves de corral, del ganado vacuno, generó la aparición de nuevas variedades animales especialmente evolucionadas para convivir con el hombre y que no están preparadas para subsistir en el medio natural. Esos cerdos, ovejas, gallinas y toros sólo pueden seguir existiendo si siguen viviendo con nosotros.
Cuando se juzga esa forma de vivir y morir de los animales domésticos para el consumo como terrible, atroz, espantosa, se está haciendo desde un punto de vista profundamente antropocéntrico y muy alejado de la naturaleza real de la vida en la Tierra, estimando que el resto de animales del planeta tiene necesariamente que concebir el mundo como nosotros lo hacemos. Cuando una anaconda estruja el cuerpo de una capibara hasta que rompe su esqueleto, cuando una hembra de mantis religiosa comienza a devorar la cabeza del macho mientras copula con él, cuando un águila real clava sus garras en el cuerpo de una liebre, simplemente está sucediendo la vida. Como sucede cuando un cerdo es sacrificado en un matadero humano. Porque no somos ni mejores ni peores que el resto de animales del planeta. Porque somos uno más entre ellos y no tenemos ni la capacidad ni el derecho de organizar La Vida con mayúsculas a nuestra manera.
Se calcula que en el mundo hay unos 750.000.000 de cerdos, 1.000.000.000 de ovejas, 1.500.000.000 de vacas, 33.000.000.000 de gallinas. Ante las extraordinarias cifras anteriores, no cabe sino aceptar que la eficacia de la estrategia adaptativa de esos animales, que podríamos denominar “estrategia de ser domesticado por el hombre”, es rotundamente exitosa desde el punto de vista biológico. Si el devenir de nuestras sociedades nos llevara a la desaparición del consumo de carne de origen animal, todas las variedades de animales domésticos dedicadas a la alimentación humana dejarían de existir. Varios miles de razas se extinguirían sin remedio. Todos esos animales, cuatro veces y media más que humanos, desaparecerían del planeta; sin remisión.
Sin embargo, si se produjera ese inaudito abandono del carnivorismo por parte del hombre con la consiguiente desaparición de sus especies domésticas, la naturaleza seguiría impasible con su marcha. No se trataría de ningún drama, simplemente un cambio más dentro del orden natural de las cosas. Pero lo que no se puede intentar sin caer en una enorme contradicción, es promover la idea de que actuar contra la esencia omnívora de Homo sapiens es compatible con la preservación de las especies domésticas que sólo existen porque existe el hombre carnívoro.
Si la alternativa al sufrimiento y la muerte es la no existencia y dado que el anhelo genético de todos los seres vivos es la pervivencia de sí mismos y de su estirpe, dudo mucho que la inmensa mayoría de los animales aquí nombrados (incluido “el mono desnudo”) eligieran no existir como opción a la pregunta del principio. Esa no existencia sólo sería ventajosa para la evitación del desconsuelo sicológico que provocan el dolor y la muerte en nosotros, los humanos.
Vivir para morir, ¿acaso no es eso la vida?
“Lástima que ella no pueda vivir. Pero ¿quién vive?” (Gaff en Blade Runner)
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Pienso en la escena de Mátrix en la que se ve cómo las personas son utilizadas como pilas humanas por las máquinas. Y recuerdo algunas viñetas de un cómic, Gantz (recomendado) donde miles de seres humanos son cultivados o recolectados, gaseados y colgados en ganchos tal y como hacemos nosotros con vacas y cerdos, para el curado de su carne, o servidos a modo de aperitivo, vivos, a unos alienígenas gigantes que los mastican crudos o abren su comida en canal para vaciarles las vísceras mientras aún agonizan. Otros, los que más suerte tienen, son mascotas de los hijos de los alienígenas, encerradas en terrarios o jaulas cual hámster o pececillo.
Estos alienígenas seguramente firmarían un artículo similar. Para reflexionar.