Ipítaca | Una de las cuestiones fundamentales que afecta al proyecto europeo es sin duda el económico. La crisis financiera de 2008 mermó en gran medida las relaciones entre las instituciones europeas y la ciudadanía, sobre todo en los países del sur que se vieron sometidos a emprender duros ajustes y rigurosas reformas bajo el meticuloso control de la Troika. Por aquel entonces se atisbó uno de los flancos débiles de la Unión, la falta de vigilancia y convergencia en materia económica y fiscal suponía un grave riesgo para la estabilidad del euro y las finanzas. De un tiempo a esta parte, se ha ido legislando en la dirección de una unión bancaria, una mayor integración fiscal y control presupuestario.
No obstante, la falta de arrojo y empuje en la cesión de soberanía ha provocado que persistan, e incluso se agraven, las distorsiones entre los miembros de la Unión y ha venido a apuntalar su divergencia económica. A este panorama nada halagüeño, cabe sumar las perturbaciones de tener que emprender medidas diferenciadas distinguiendo los países que forman parte de la eurozona de los que no. De esta manera, la Unión se ha visto obligada a legislar a golpe de equilibrios muy complicados obligando a los países a incorporar en sus políticas una mayor vigilancia en sus finanzas haciendo hincapié en la prevención y la responsabilidad.
De las reformas que se llevaron a cabo en aquellos años, lo más interesante para posibles futuros períodos de recesión son las propuestas esbozadas en el «informe de los 5 Presidentes» de junio de 2015. En él se apunta la necesidad de crear mecanismos para afrontar de manera común futuras crisis, para lo que se hace necesario avanzar en la convergencia de las diferentes legislaciones nacionales. Decimos que esta propuesta es de sumo interés porque en él se habla de una unión fiscal, económica, financiera y política. Sin embargo, el desarrollo del plan está dejando algunos sinsabores por su entramado jurídico demasiado abigarrado debido a la necesidad de complacer las demandas de los diferentes miembros de la Unión. Este defecto pone en riesgo la viabilidad y estabilidad del programa y abre la puerta a la discrecionalidad.
Por otra parte, aunque se ha logrado una mayor transparencia en materias presupuestarias, aún queda mucho por hacer. El objetivo del Informe sería transitar hacia un modelo cada vez más centralizado para lo que hace falta un mayor compromiso por parte de los Estados. Uno de los mayores escollos para lograr esa necesaria unidad son la competencia fiscal que en ocasiones se torna perjudicial y la evasión de capitales; dos cuestiones que la Unión habría de abarcar con mayor profusión. Pues aunque no han sido pocos los esfuerzos por integrar los sistemas de impuestos sobre la renta personal, de sociedades y del IVA y el balance no ha sido del todo negativo, hay un rechazo claro a una integración que menguara la soberanía fiscal de los países lo que hace que la armonización de los impuestos directos sea la tarea pendiente de la Unión.
En 2015 el caso de LuxLeaks puso sobre aviso a la Comisión de los peligros de un exceso de competencia en materia fiscal unida a la opacidad de determinados países:
«Una desvinculación del lugar en que se genera el valor y el lugar en que se gravan los beneficios, lo que genera erosión de la base imponible del impuesto sobre sociedades y pérdidas de ingresos en varios países, algunos de los cuales han sido objeto además de medidas de austeridad»
Estos hechos obligaron a la Unión exigir mayor transparencia y lealtad en materia fiscal. Entre otras medidas, dispuso que los países miembros de la Unión debían proporcionar a las instituciones comunitarias la información requerida sobre beneficios, impuestos y subvenciones, acabar con regímenes preferenciales que atrajesen inversores en perjuicio de otros Estados miembros, así como con las divergencias entre los sistemas tributarios nacionales. Unas medidas que fueron reiteradas un año después a la luz de la publicación de los Papeles de Panamá en la Resolución de la TAXE 2 adoptada por el Parlamento donde, además, se lamentaba de la falta de voluntad de algunos países para avanzar en la lucha contra el fraude y la elusión fiscal.
Como vemos, resulta imprescindible concretar los principios de justicia tributaria que queremos que rijan la Unión y ampliar sus competencias en este ámbito además de reforzar los medios que faciliten la labor de los interventores de la Hacienda Europea (precisamente en junio de este año comenzaba a dar sus primeros pasos una Fiscalía Europea). No obstante, la falta de compromiso sigue siendo más que notoria y el mercado interior de la Unión no llegará a completarse hasta que nos se aborden con seriedad las distorsiones que generan el dumping fiscal que benefician a países como Irlanda, Chipre, Luxemburgo, Malta o los Países Bajos que han logrado atraer inversiones extranjeras y llegar a acuerdos más que ventajosos para grandes multinacionales. Conductas como éstas comportan desequilibrios en la Unión y cercenan la confianza entre sus socios.
Teniendo todo ello en cuenta, parece más que legítimo plantearse si una propuesta como la que aboga del economista Juan Francisco Martín Seco de una armonización fiscal entre los países miembros no sea la solución frente a los que insisten en paliar estas prácticas a base de declaraciones o buscando recovecos en los Tratados para adoptar medidas “severas”. A la vista del transcurso de los acontecimientos, estos subterfugios no parecen servir para que los implicados corrijan su mala praxis.
Como era de esperar, este debate está generando grandes tensiones y tiene lugar a pocos meses de que se aprobara un mínimo fiscal global del 15% a las multinacionales. Si Europa pretende avanzar en su proyecto y ser un actor relevante en la economía internacional, ha de contar con un mercado interior saneado y libre de competencias. Pese a las reticencias de algunos países que se ven beneficiados por el actual estado de cosas, una unión fiscal es un complemento imprescindible para completar la unión monetaria y proteger a la Unión ante futuras posibles crisis.
¿Unida en la adversidad? Juzguen ustedes mismos.
Ipítaca
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