El secretario general del Sindicat de Professorat de Secundària (ASPEPC·SPS) reclama una educación que se centre en la enseñanza y abandone la imposición de metodologías «alternativas» que, como consecuencia del «pedagogismo», están deviniendo la punta de lanza del neoliberalismo en la escuela.
Licenciado en filosofía y ciencias de la educación y también en antropología social, Xavier Massó (1959) bucea en la germinación del «pedagogismo» en las aulas de Cataluña. Crítico con el modelo educativo imperante, el autor de El fin de la educación (2021) y coautor de La educación cancelada (2022), nos brinda las claves para reaccionar ante esta vuelta de tuerca antiilustrada.
PREGUNTA. ¿Cuál es su diagnóstico sobre la escuela catalana?
RESPUESTA. Catastrófica. Yo diría que se ha producido una devastación educativa absoluta.
P. ¿Cree que es una devastación extensible al resto del Estado?
R. Creo que la Generalitat ha sido siempre pionera en innovación educativa, es decir, en rodearse de todo un coro de «pedagócratas» aplicando todo tipo de barbaridades. Lógicamente, el impacto en Cataluña del «pedagogismo» ha sido mayor. Espero que el resto de comunidades autónomas no lleguen tan lejos.
«De hecho, ninguna de las leyes posteriores ha cambiado el esquema-marco de la LOGSE».
P. A todo esto, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
R. A ver, de algún modo, aunque la historia ya anticipo es muy larga y difícil de sintetizar, todo empezaría con la LOGSE. Fíjese que esta ley cambia la propia idea de modelo educativo: la transmisión de conocimientos pasa a ser irrelevante, dando además pie a un persecución inquisitoria contra la rutina, la memoria, la posibilidad de evaluar el aprendizaje del alumno y el esfuerzo. De hecho, ninguna de las leyes posteriores ha cambiado el esquema-marco de la LOGSE. Yo creo que la desviación empieza en ese momento, en el mismo instante en que la escuela pasa a ser un parking de adolescentes. Conviene recordar que cuanto más «constructivismo educativo», menos formados están los alumnos y mayor será el número de trabajadores precarios en el futuro.
P. ¿Qué es el «constructivismo educativo»?
R. Es la aplicación a la educación de la teoría constructivista. Fundamentalmente su axioma es que el conocimiento no se puede transmitir. En todo caso, uno puede transmitir información, pero el conocimiento se lo construye cada uno de nosotros dentro de su psiquismo interno. Por supuesto, esto no es cierto. Sin embargo, si partimos de este concepto, todo es relativo.
P. ¿Podría poner un ejemplo?
R. Si yo le desgrano una serie numérica, pongamos 2-4-8-16-32, y le pregunto cuál es el número siguiente que completa la serie, me responderá que 64. Ahora bien, supongamos que el alumno responde 97. De este manifiesto error de cálculo y aplicación de fórmula, el constructivismo opta por interesarse, no por enseñar el método, sino por preguntarse cuáles han sido los procesos psíquicos causantes de esa respuesta. Esto puede ser muy interesante para un departamento universitario de psicología del conocimiento, pero para una clase de progresiones geométricas de secundaria no.
«No hace falta ser profeta para conocer cuales van a ser los resultados de determinadas prácticas».
P. Una contrarreforma educativa impulsada por pedagogos. ¿Observa diferencias entre la pedagogía y lo que cataloga como «pedagogismo»?
R. Pues mire, yo por pedagogía entiendo algo que ya no existe, una herramienta auxiliar a la transmisión de conocimiento. Ahora, cuando entendemos que la pedagogía debe fijar qué y cómo se tiene que enseñar, caemos en el «pedagogismo». Y esto es lo que hay hoy en día.
P. ¿Esta vuelta de tuerca no propicia la mercantilización de la educación?
R. Sí. Hay varias preguntas implícitas en la que formula. La mercantilización se produce en el momento que se reduce e invierte la función de un sistema educativo. Me explico. Una cosa es hacer negocio con las matemáticas y otra bien distinta es hacer de las matemáticas un negocio. Este es precisamente el problema actual: la educación ha quedado subyugada a las «leyes del mercado». Tenemos un problema de gran magnitud si creemos que supeditar métodos alternativos al conocimiento en sí, traerá beneficios a los alumnos. Esto no es otra cosa que mercantilismo puro y duro. No hace falta ser profeta para conocer cuales van a ser los resultados de determinadas prácticas.
P. ¿Se está trasladando el constructivismo a la Universidad?
R. Claro. Tengo dos buenos amigos, ambos profesores de universidad, que, por separado, me han comentado que en primero de Ingeniería se han encontrado a alumnos que desconocían el sistema métrico decimal. A mí el sistema métrico decimal me lo enseñaron con diez años. En la ESO ocurre algo similar, sin calculadora no son capaces de hacer una suma.
P. ¿Y qué hacemos con las nuevas tecnologías?
R. El problema de las nuevas tecnologías es que forman parte de este proceso de mercantilización. Las nuevas tecnologías en sí no son buenas ni malas, todo depende del uso que hagamos de ellas. Imagínese que yo impongo en un centro un sistema informático para conjugar verbos irregulares. Dando por real este supuesto, yo no me preocuparía de cuál es el mejor modus operandi para aprender a conjugar verbos irregulares. A mí, en este contexto, solo me interesaría ganar dinero. Pues ese es el problema de la educación: anteponer el negocio a la enseñanza. Y esto no significa no recurrir, cuando ya se tiene una capacidad de cálculo elemental, a la calculadora u otros instrumentos que faciliten la realización de operaciones. No tiene nada que ver, no es un afrenta contra la tecnología.
P. ¿Cómo atajamos esta degradación de la enseñanza?
R. No hay voluntad política ni de la Generalitat ni del Estado, lo fundamental sería volver a enseñar. En otras palabras, recuperar la verdadera función del sistema educativo: transmitir conocimientos. Y esto pasa por recuperar un currículum reestructurado, procesal y progresivo. La interdisciplinariedad forzosa, el aprendizaje por descubrimiento y la libre adquisición de ideas, condenan al alumno al fracaso.
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